29 de noviembre: La euforia reinaba en las calles de Honduras el domingo por la noche, ya que parecía que la participación masiva de los votantes impulsaba a la candidata de la oposición, Xiomara Castro, a la presidencia.
12 años después de que el Partido Nacional tomara el poder en el golpe militar de 2009, los hondureños los rechazaron rotundamente en las urnas. Una participación histórica pareció superar la compra de votos y los intentos del partido gobernante de aferrarse al poder. Con el 51,45% de los votos escrutados hasta la mañana del lunes, Xiomara Castro aventajaba al candidato oficialista por casi 20 puntos, con el 53,61% de los votos.
Castro está llamada a convertirse en la primera mujer presidenta de Honduras. Era la candidata presidencial de una alianza opositora que reunía a su partido de izquierda, LIBRE, así como a partidos de centro y derecha y a quienes se habían cansado de la corrupción generalizada del partido gobernante. Las elecciones eran un referéndum sobre el presidente saliente, Juan Orlando Hernández, cuyos ocho años en el poder se han caracterizado por la brutal represión estatal, la militarización, la corrupción masiva y el narcotráfico respaldado por el Estado. Su partido se atribuyó la victoria antes de que empezaran las elecciones y aún no la ha concedido. En 2017, un margen de 5 puntos de victoria para la oposición con más de la mitad de los votos escrutados se evaporó misteriosamente durante los “fallos técnicos” y Hernández utilizó el fraude, la represión militar letal de los manifestantes y el apoyo de Estados Unidos para conservar el poder.
Esta vez, sin embargo, el pueblo hondureño acudió a las urnas en un número histórico -el 68% de la población votó- y el margen de 20 puntos de victoria con más de la mitad de los votos escrutados dio lugar a celebraciones masivas en todo Honduras. No obstante, los resultados definitivos de las elecciones no se conocerán hasta dentro de varios días, a la espera de que las autoridades electorales transmitan los resultados.
En su discurso de victoria del domingo por la noche, Castro habló de los últimos 12 años de resistencia del pueblo hondureño y levantó la memoria de los numerosos mártires que perdieron la vida oponiéndose al golpe y a los regímenes posteriores. También hizo hincapié en su plan de construir un gobierno de unidad y reconciliación. Como presidenta, se enfrentará a grandes retos. Desde el golpe de Estado respaldado por Estados Unidos, se ha producido un saqueo masivo de Honduras, con la aplicación violenta de políticas neoliberales de extrema derecha que han saqueado tanto las instituciones públicas como los recursos naturales. El resultado ha sido la pobreza masiva, el desplazamiento, la migración y la criminalización y los asesinatos de quienes han defendido la naturaleza y los derechos humanos. El daño causado no se arreglará de la noche a la mañana, sino que requerirá una organización sostenida. Como escribió Bertha Zúñiga, Coordinadora General del COPINH, en Twitter el domingo por la noche: “Ahora debemos reconstruir nuestra Honduras para que nunca más haya personas asesinadas o encarceladas por defender la naturaleza y los derechos de los pueblos indígenas. La lucha continúa”.
Mientras los hondureños se embarcan en la lucha por la reconstrucción, Estados Unidos no debe interferir. Sabemos demasiado bien que Estados Unidos tiene una responsabilidad significativa en la destrucción de Honduras durante los últimos 12 años (y durante el último siglo). No olvidaremos que fue el reconocimiento estadounidense de Hernández como presidente lo que le permitió mantenerse en el poder a pesar del fraude masivo en las elecciones de 2017. No olvidaremos que Estados Unidos entrenó, financió y equipó a las fuerzas militares y policiales que dispararon y mataron a los manifestantes en las calles. No olvidaremos la financiación estadounidense del régimen de Hernández en nombre de la lucha contra el narcotráfico, incluso cuando su hermano fue procesado por Estados Unidos por tráfico de drogas. No olvidaremos el entrenamiento de Estados Unidos a los que llevaron a cabo el golpe de Estado de 2009 en la Escuela de las Américas. En los días venideros, mientras los votos siguen llegando y los hondureños continúan organizándose, desafiando a fuerzas poderosas extremadamente violentas y arraigadas, debemos permanecer atentos a la injerencia de Estados Unidos y exigir que se respete la voluntad de la población hondureña.
Si bien el camino por delante está pavimentado con desafíos, en este momento levantamos el claro mandato del pueblo hondureño y lo que esto representa después de los últimos 12 años de represión y derramamiento de sangre. También recordamos y honramos a todos los mártires de la resistencia hondureña, desde Isis Obed Murillo hasta Ramón Fiallos, y esperamos que en los días y meses venideros no haya más mártires en el largo camino hacia la justicia y la liberación.