Chile: El Derecho a Ser Felices

Por Pablo Ruiz

El origen de las protestas que se han desarrollado en Chile son, en pocas palabras, consecuencia de la injusticia social largamente soportadas por la gran mayoría del pueblo chileno.

Las protestas comenzaron porque hubo un alza en el metro, el tren urbano, el medio de transporte más importante de la ciudad, llegando a valer un pasaje nada menos que 830 pesos chilenos. Si usted vive fuera de Chile, aproximadamente un pasaje cuesta un dólar y 15 centavos.

La consigna, el primer grito, fue “Evadir, no pagar, es otra forma de luchar”. Y fueron primero los estudiantes, que evadiendo el pago, protestando, peleando con la policía, dieron el primer paso, el primer grito semanas antes del estallido general.

El viernes 18 de octubre, la noche fue distinta, violenta, ya no eran sólo estudiantes sino miles y miles protestando en las poblaciones más pobres de Santiago.

En la madrugada, después de ese día histórico, el gobierno de Piñera decretó “Estado de Emergencia” y llamó a los militares, después decretó “toque de queda” limitando el derecho más básico el de ser libres para caminar dónde uno quiera, a la hora que quiera. Cuando estoy escribiendo esto no podemos salir de casa con mi compañera porque está prohibido como en dictadura.

Los grandes medios de prensa han informado que muchas estaciones del metro chileno fueron destruidas, muchas quemadas. También se han producido “saqueos”, robos a grandes supermercados. Hay rabia, rabia legítima, contra el sistema.

El alza del metro fue de 30 pesos, pero la gente dice que no son 30 pesos, sino 30 años de injusticia.

¿Cuántas vidas destruidas deja el sistema económico imperante en Chile y en América Latina? ¿Cuánta gente abandonada, viviendo en las calles, sin esperanza? ¿Este pueblo no es acaso la figura de Jesús echando a los mercaderes del templo que se han enriquecido dejando a los pobres más pobres?

En Chile, la desigualdad social es muy alta. El 72% de la riqueza se concentra en el 20% de la población más rica. El otro 28% de la riqueza tiene que alcanzar y ser repartido entre el 80% de los que vivimos en Chile.

La herencia de la dictadura de Pinochet sigue en pie, desde la Constitución de 1980, vigente todavía, hasta el más despiadado sistema neoliberal donde no importan las personas sino los números, las ganancias, las utilidades.

El pueblo chileno ha sido despojado de todo. Salud, educación, agua, transporte, todos los servicios básicos han sido privatizados.

Ojalá que este grito, que este parto violento y doloroso, traiga de la mano una sociedad más justa donde los que generan la riqueza, que son los trabajadores, al fin y al cabo, puedan tener el mínimo derecho a ser felices.

*Este artículo ha sido publicado en la Revista El Derecho de Vivir en Paz N°14.

 

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